jueves, 22 de septiembre de 2011

Cronograma actualizado

26 de septiembre
10.00 hs. Martín Balza (videoconferencia)
12.00 hs. Indagatoria Ruffo
14.30 hs. Raquel Gas
15.30 hs. Margarita Michellini
16.30 hs. Beatriz Di Paola


27 de septiembre
9.30 hs. María Elba Rama Molla
11.30 hs. Gastón Zina Figueredo
14.00 hs. Eduardo Marques Iraola y posible reproducción del documental “Playas del Silencio”


28 de septiembre
9.30 hs. Ricardo Chevarlzk
10.30 hs. Vicente Caccaviello
11.30 hs. Alberto Mattone
12:30 hs. Oscar D’Amario
14:00 hs. Eduardo J. Luttini
14:30 hs. Antonia Concepción Ciccala


3 de octubre
9.30 hs. Sara Rita Méndez (videoconferencia
11:30 Alicia Cadenas Ravela (videoconferencia)
12.30 hs. Ana Inés Quadros Herrera (videoconferencia)
14:00 hs. Edelweiss Zahn Freire (videoconferencia)


4 de octubre
9.00 hs. Silvia Labayrú (videoconferencia)
11.30 hs. Beatriz Calvar de Viegas
12.30 hs. Alcira Patricia Camusso


5 de octubre (SALA B CASACIÓN)
14:00 hs. José Luis Bretazo
15:00 hs. Milton Romani
16:00 hs. Mirta Guarino


11 de octubre
9.30 hs. Lisandro Raúl Cubas (videoconferencia)
11:30 hs. Carla Graciela Artes Company
12:30 hs. Juan Roger Rodríguez Chandari


12 de octubre
9.30 hs. Rafael Michellini (videoconferencia)
10.30 hs. María del Pilar Nores (videoconferencia)
11.30 hs. Álvaro Hugo Rico (videoconferencia)
14.00 hs. Julio César Barboza Pla (videoconferencia)

miércoles, 21 de septiembre de 2011

En tiempo de descuento

(Fuente: Página 12)

El juicio está entrando en la última etapa. El Tribunal reunió hasta ahora la prueba gruesa de 31 de los 35 expedientes en análisis y en las próximas semanas el juicio estará centrado esencialmente en los cuatro casos que restan con eje en el centro clandestino de Orletti. Para acelerar los debates que, como el de la ESMA, tiene problemas con la disponibilidad de las salas, el TOF 6 acaba de pedir un día más de audiencias: todos los miércoles como día obligatorio y no alternado, como sucede hasta ahora. La decisión depende del Consejo de la Magistratura. Las audiencias de todos modos recomenzarán la semana próxima. El lunes 26 de septiembre, Ruffo tendrá la ocasión de decir algo si lo desea antes del comienzo de su caso en el debate. Declarará por videoconferencia ese mismo día Martín Balza y está prevista la declaración de Margarita Michellini, una de las secuestradas uruguayas. Las audiencias se dividirán de allí en adelante entre testigos presenciales y videoconferencias. Sara Rita Méndez y Rafael Michellini serán parte de quienes declaren por videoconferencia desde Uruguay. El Tribunal también le puso fecha a la declaración de Sara Solarz de Osatinsky, prevista para el 17 de octubre desde Ginebra y esperada para hablar de los partos en la ESMA.

Ruffo acusado por el robo de otro bebé

Sara Méndez, quien estuvo detenida-desaparecida en el centro clandestino donde eran enviadas las víctimas del Plan Cóndor, dijo que el agente de inteligencia Eduardo Ruffo participó del secuestro de su bebé Simón, a quien encontró en 2002.

(Fuente: Alejandra Dandan - Página 12)

El prontuario de Eduardo Alfredo Ruffo recogió una nueva medalla. El ex agente civil de inteligencia de la patota de Automotores Orletti, integrante de la banda de Aníbal Gordon, dedicado a los secuestros extorsivos, apropiador de Carla Rutila Artés, a quien sometió a todo tipo de padecimientos desde pequeña, entró solo a la sala de audiencias de los Tribunales de Retiro. Ruffo se sentó y escuchó una nueva acusación en su contra, esta vez en el escenario del juicio por el Plan sistemático de robo de bebés. Ruffo está acusado ahora de la sustracción de Simón Riquelo, el hijo de la uruguaya Sara Rita Méndez. Con su ingreso, el Tribunal Oral Federal 6 entró en el último tramo del juicio oral, con eje en el centro clandestino Automotores Orletti, base del Plan Cóndor en Buenos Aires. Un lugar, como recordó la sala, donde el robo de niños formó parte del “botín de guerra” de los represores.

El caso Ruffo volvió a mostrar la desmesurada arquitectura del robo de niños en Orletti. El Tribunal leyó dos tramos de la acusación, una elevada por la fiscalía de Jorge Di Lelo y la otra del juzgado de Norberto Oyarbide, una síntesis que repasó cada caso en clave sistémica.

“En los procedimientos se incluía un móvil para el traslado de los niños”, dice la acusación que recogió datos de un informante clave, que a esta altura parece ser el propio Ruffo. Los niños “eran dejados en hospitales o instituciones de menores” o “eventualmente entregados a amigos” y “durante los operativos coordinados con uruguayos se obtuvo una gran cantidad de dinero y se repartieron los niños de varios de quienes luego fueron desaparecidos”.

Eso sucedió con Riquelo y con cada uno de los niños del juicio. La acusación señaló el caso de Mariana Zaffaroni Islas, hija de los uruguayos desaparecidos María Emilia Islas Gatti y Jorge Roberto Zaffaroni, apropiada por Adriana María Gonzalez y Miguel Angel Furci. Furci era un hombre de la SIDE. Se quedó con ella en 1976, mientras estaba en Orletti y vio cómo “una mujer allí detenida y su pareja iban a ser trasladados con destino incierto por miembros del ejército uruguayo y le ofrecieron la niña, a quien anotó como hija propia con documentación falsa”.

Los otros casos conocidos hasta ahora, con “igual principio pero resultado diferente”, son Ernesto Anzalone, de alrededor de un año, hijo de Rita y Pablo Anzalone, robado de la guarda de su tía Laura Anzalone el 13 de julio de 1976. A Laura también la llevaron a Orletti y luego a Uruguay. Dos meses después del secuestro, los abuelos encontraron a Ernesto en manos de una médica, aunque distintas versiones indicaron que antes pasó por la comisaría de la zona donde estaba su tía. La lista incluye a la nuera del poeta Juan Gelman, María Claudia Iruretagoyena de Gelman, embarazada a término, detenida en Orletti y desaparecida. Su hija, que nació en cautiverio, estuvo en poder de un policía uruguayo. El último caso son los hermanos Anatole y Victoria Julien, secuestrados y trasladados con sus padres a Orletti en septiembre de 1976. Los padres continúan desaparecidos y a ellos los dejaron abandonados en la Plaza Valparaíso de Chile.

“Todo lo señalado refuerza la idea de que los menores formaban parte del ‘botín de guerra’ –dice la acusación– y eran entregados a conocidos, en los casos señalados, todos integrantes del servicio de inteligencia, de la policía o militares.”

El caso Simón Riquelo es parte de esa trama.

Sara Méndez reconoció a Ruffo en la patota de 15 personas que el 13 de julio de 1976 entró a su casa y le arrancó a su hijo de los brazos. La patota se presentó como parte del “Ejército argentino y uruguayo”. Simón tenía 20 días. El mayor Nino Gavazzo, uno de los represores emblemáticos de Uruguay, se presentó a cargo el procedimiento. Estaba secundado por un argentino, a quien tiempo después ella reconoció como Aníbal Gordon. Antes de llevarla a Orletti, Ruffo la torturó a ella y a otra compañera.

A esta altura, Sara declaró muchas veces sobre ese operativo. Ya dijo que ella quería quedarse con su hijo, pero Gordon le dijo que se quedara tranquila, “que esta guerra no es contra los niños”. A esta altura, la fiscalía dio por probado que en ese procedimiento también estuvo el subcomisario de la comisaría 33ª, Osvaldo Parodi, que finalmente robó al niño. El caso es una de las razones de los últimos escraches de Hijos a la casa del juez de la Cámara de Casación Gustavo Mitchell, porque intervino y legalizó la apropiación con los papeles de adopción.

Ruffo no dijo casi nada durante toda la audiencia. La presidenta del Tribunal, María del Carmen Roqueta, le preguntó en un momento si podían no leer alguno de los tramos de la acusación. En ese momento, ella lo trató de “señor Ruffo”. Y él le respondió algo así como está bien “señora”. En la sala casi no había presencias. Su caso no está impulsado en el juicio por las querellas de los organismos de derechos humanos, sino por la fiscalía que encabeza Martín Niklison. Además de Niklison y dos colaboradoras de la fiscalía, en toda la sala había dos integrantes del Centro Ulloa y el abogado de Ruffo. Los cuatro jueces, dos secretarios. Nadie más. Ni arriba ni abajo Ruffo vio algo más que su propia sombra.

martes, 20 de septiembre de 2011

Cronograma actualizado del juicio

26 de septiembre
10.00 hs. Martín Balza (videoconferencia)
12.00 hs. Indagatoria Rufo
14.30 hs. Raquel Gas
15.30 hs. Margarita Michellini
16.30 hs. Beatriz Di Paola

27 de septiembre
9.30 hs. María Elba Rama Molla
11.30 hs. Gastón Zina Figueredo
14.00 hs. Juan Rodríguez Chandarí y posible reproducción del documental “Playas del Silencio”

28 de septiembre
9.30 hs. Carla Graciela Artes Company
11.30 hs. Ricardo Chevarlzk
13.30 hs. Vicente Caccaviello
14.00 hs. Alberto Mattone
15.30 hs. Eduardo J. Luttini
15.30 hs. Antonia Concepción Ciccala
16.00 hs. Oscar D’Amario

3 de octubre
9.30 hs. Alicia Cadenas Ravela (videoconferencia)
10.30 hs. Ana Inés Quadros Herrera (videoconferencia)
11.30 hs. Edelweiss Zahn Freire (videoconferencia)
14.00 hs. Rafael Barboza Pla (videoconferencia)

4 de octubre
9.30 hs. Silvia Labayrú (videoconferencia)
11.30 hs. Beatriz Calvar de Viegas
12.30 hs. Alcira Patricia Camusso

5 de octubre
9.30 hs. Rafael Michellini (videoconferencia)
10.30 hs. María Pilar Nores (videoconferencia)
11.30 hs. Álvaro Hugo Rico (videoconferencia)
14.00 hs. Sara Rita Méndez (videoconferencia).
(SALA B CASACIÓN)

jueves, 15 de septiembre de 2011

Robert Cox: “Los diarios no recibían a Abuelas”

El ex director del Buenos Aires Herald durante los primeros años de la dictadura detalló cómo gran parte de la prensa guardaba silencio a pesar de saber sobre secuestros y desapariciones. Cox se fue del país en el ’79, después de un día de secuestro.

(Fuente: Alejandra Dandan - Página 12)

A esta altura es conocido el rol del Buenos Aires Herald durante la dictadura, la decisión de publicar el nombre de los de-saparecidos para romper el cerco informativo sobre Argentina. Convocado por el Tribunal Oral Federal 6 a la audiencia del plan sistemático de robo de bebés, el director del diario de aquella época Robert Cox habló esta vez del “pacto de caballeros” de los grandes medios con la dictadura. Un pacto formalizado de alguna manera a partir de lo que aparece como un encuentro de los directivos con Albano Harguindeguy, entonces ministro del Interior, un encuentro al que no lo convocaron. Cox habló. Explicó. Hizo silencio. Buscó las formas de decir algunas cosas y avanzó: “Directivos de otros diarios con los que traté de tomar contacto, pero desafortunadamente no pude, pero hubo una decisión de... –y dijo–: no es grato hablar de otros colegas, todavía es muy difícil llegar a una conclusión, pero realmente como hubo muchos años de dictadura, los grandes diarios estaban acostumbrados a cumplir las órdenes de los dictadores y hubo una autocensura que era más de casi complicidad con los militares”.

Cox avanzó lentamente, apuntalado por alguna pregunta del fiscal Martín Niklison y alguna pregunta específica de los jueces María del Carmen Roqueta, Julio Panelo y Domingo Altieri. “Era muy difícil de entender”, siguió. “Porque era solamente cuestión de publicar, de recibir a las Madres o Abuelas, pero los diarios no las recibieron.” En ese mismo momento habló de un colega suyo de la BBC que venía de la Unión Soviética y se entrevistó con uno de los hombres de jerarquía del diario La Nación. En ese contexto, le preguntó por qué no publicaban lo que estaba pasando. Y la persona, de la que se escuchó el nombre en la audiencia, le respondió: “Bueno, nuestros lectores no tienen interés en eso”.

Cox dejó el país a fines de 1979, después de un secuestro de un día en la Superintendencia de Seguridad, donde encontró una pared pintada con una gran esvástica, nombres escritos en las celdas y la certeza de lo que estaba pasando. Emilio Massera le había dicho ya que no publicara más su nombre porque iba a terminar “adentro”, pero cuando las amenazas cercaron a su familia tomó la decisión de irse del país. Ahora vuelve a Buenos Aires cuatro meses al año. En aquel momento, además de dirigir The Buenos Aires Herald o poner en contacto a las Abuelas y las Madres con corresponsales extranjeros escribía en otros diarios de afuera, entre ellos The Washington Post. En uno de los artículos intentó explicar lo que pasaba “porque lo que más importaba era tratar de romper el silencio sobre el país”, dijo. El artículo tenía dos objetivos: “Uno, dar cuenta del acuerdo de caballeros de los diarios más importantes de no publicar lo que estaba pasando en Argentina y otro, decir que la llamada ‘revolución de terciopelo’ no era así porque la gente estaba de-sapareciendo: era un esfuerzo mío para poder dar cuenta de lo que pasaba en Argentina”.

Cox llegó a la audiencia a pedido de fiscalía y querellas. Delia Gionvanola de Califano lo nombró semanas atrás en su propia declaración. Dijo que alguna vez en la redacción del diario Cox le contó que en los ministerios había listas de personas que estaban en lista de espera para quedarse con los hijos de los desaparecidos. Cuando se lo preguntaron Cox no lo recordó. Habló, sin embargo, de las mujeres que buscaban a sus nietos ya nacidos y desaparecidos, a quienes los militares habían secuestrado con sus padres. Mencionó el nombre de María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani, recordó el caso del matrimonio uruguayo Zaffaroni Islas, del abuelo Schroeder y la nieta del poeta Juan Gelman. Sobre los Schroeder dijo que hicieron una campaña para salvar la vida de los nietos, “como periodistas en tiempos de normalidad, pero no eran circunstancias normales”. También habló de la publicación de la foto de Clara Anahí, la nieta de Chicha. “Y seguimos con las Abuelas porque ellas hacían desde el principio algo muy importante. Yo hacía dos cosas –explicó–: alertar al pueblo que existía una asociación de los abuelos en los editoriales y poniendo a ellas en contacto con los corresponsales extranjeros. Y cuando era posible publicar noticias con notas sobre desapariciones en las que hubo chicos involucrados. Lo más importante en ese momento era saber dónde estaban los desaparecidos, dónde estaban.”

Cuando le preguntaron por las embarazadas, no lo sabía: “Creo que posiblemente yo no sabía de eso hasta que estuve en el exilio, pero era imposible pensarlo, inconcebible realmente”. Estando más tarde en Brasil un diplomático le dijo que lo que pasaba en Argentina “no es para tanto porque hemos tenido dictadores en América latina, pero lo que no puedo entender es el caso de los chicos”. El diplomático “hablaba así”, dijo Cox. “Y me toma mucho, hasta hoy, pensar que hubo gente capaz de dejar a una mujer dar a luz un bebé y después matar a la madre. Casi no puedo concebirlo, obviamente, yo no lo sabía.”

El 24 de marzo de 1976, Cox ya era director del diario. En ese momento llegó una orden del gobierno militar con las instrucciones acerca de cómo cubrir las noticias. “Al principio no había nada escrito, llamaron por teléfono”, explicó. Les dijeron que en el futuro no podían publicar noticias sobre ataques o hallazgos de cuerpos sin información oficial. Cox entendió aquello como censura. Un periodista se fue a Casa de Gobierno. “Volvió con un papel sin firma, ni nada, diciendo más o menos que no se podía publicar información sobre la violencia, sobre lo que estaba pasando, nosotros estuvimos publicando lo que pasaba cuando era posible y para tratar de confrontar los datos pedíamos en ese entonces los hábeas corpus, pensando que se podía decir que era información oficial.”

A medida que avanzaban las preguntas, el periodista que tiene 80 años recordó las reuniones con los jefes de la dictadura. Harguindeguy, dos encuentros con Videla y con Massera. Habló de los enfrentamientos entre Marina y Ejército. Dijo que Massera siempre “trató de seducirnos”. “Videla era un hombre nervioso, Massera era un hombre del mal.”

Uno de los encuentros con Harguindeguy le permitió volver a hablar sobre el cerco de noticias. El ex ministro le pregunta si sabía de la ESMA. Para entonces, ya se había escapado Jaime Dri del centro clandestino de la Marina. La información circulaba entre algunos periodistas. Harguindeguy lo indagó como si él mismo no supiera nada. “Pero obviamente sabía perfectamente bien cómo era la ESMA”, dijo. “También eso era una de las cosas que no estaban saliendo en los diarios y eso explica lo que pasó: porque cuando la gente puede ver y en ese entonces la gente veía lo que pasaba en la calle, pero cuando no sale nada, con alguna honrosa excepción, en radios, televisión, la gente no tiene que afrontar la realidad y puede evitarla porque no hay nada escrito. O hecho por los medios de comunicación.”

miércoles, 14 de septiembre de 2011

“Su hija estuvo detenida y tuvo una beba”

Osvaldo Lovazzano contó cómo buscó a Alicia De la Cuadra y le transmitió el mensaje que le había encomendado Lidia Fernández, antes de ser liberado de la Comisaría 5ª: “‘Avisale que la hija tuvo familia”, le había dicho. Ana Libertad permanece desaparecida.

(Fuente: Alejandra Dandan - Página 12)

Uno de los jueces del Tribunal le pidió que explicara cómo se acercó a esa plaza de La Plata, donde daban vueltas algunas madres de desaparecidos. Osvaldo Lovazzano dijo entonces que se acercó a preguntar, todavía con miedo, si alguna de esa mujeres era la señora Licha De la Cuadra. “Yo pregunté como para hacerme un poco el zonzo, y cuando me la señalaron me acerqué y le dije: ‘Mire que su hija estuvo detenida y tuvo una hija’. Todo rápido, y me fui corriendo, porque la verdad es que tenía miedo, no es que soy un héroe ni nada por el estilo.”

Lovazzano conoció formalmente a Alicia “Licha” Zubasnabar de De la Cuadra muchos años más tarde, en el juicio al capellán Christian von Wernich. Había declarado ya ante la Conadep sobre el momento en el que dejó el centro clandestino de la Comisaría 5ª de La Plata con el mensaje que le enviaba otra secuestrada. Ayer, Lovazzano declaró ante el Tribunal Oral Federal 6 en el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés de la dictadura. Ante la falta de testigos directos, volvió sobre sus pasos para reforzar los datos del nacimiento de Ana Libertad, todavía desaparecida, que es uno de los dos niños nacidos en la Comisaría 5ª y uno de los 35 expedientes de este juicio. El relato permitió ver además el rol que desempeñó en cautiverio Lidia Fernández, aquella prisionera de los mensajes que estuvo en el parto. Además intentó abrir todas las vías posibles para sacar información sobre sus compañeros, dice Germán Kexel, abogado de Abuelas de Plaza de Mayo.

Lovazzano alcanzó a explicar algo de su militancia gremial como delegado del Hipódromo de Buenos Aires y de su secuestro el 30 de agosto de 1977. “Perdón que lo interrumpa”, le dijo la jueza María del Carmen Roqueta. “¿De qué fuerzas eran quienes lo secuestraron?” Y luego: “Mientras estuvo ahí, ¿vio a alguna mujer embarazada?”.

Lovazzano pasó por tres centros clandestinos del Circuito Camps de La Plata: la Brigada de Investigaciones, Comisaría 5ª y Unidad Regional, por el que no pasaron muchos prisioneros, del que dependían las comisarías y las patotas de Ramón Camps. Conoció a Lidia Fernández en la Brigada y volvió a verla en la comisaría, antes de salir en libertad. Lidia era una militante del Partido Marxista Leninista. Lovazzano habló poco con ella, que venía malherida del Circuito. En la última etapa compartieron el sector de “los perejiles”, calabozos donde esperaban quienes podían salir en libertad. Alguna vez, dijo, Lidia se dio cuenta de que ella no salía. Uno de sus compañeros de organización había revelado el nombre de la agrupación a la que pertenecían y eso era una condena a muerte. Cuando Lovazzano le avisó que él se iba, se dispuso a mandar mensajes a afuera.

“Cuando nos dicen que nos van a soltar, ella me dice: ‘Avisale a De la Cuadra que la hija tuvo familia’. Pero era una cosa de locos, todos me daban nombres o números y yo, que me imaginaba que supuestamente salíamos todos, pensaba cómo me iba a acordar de todo eso.” Lidia insistió. “¡No seas boludo!”, le dijo. “Y me decía que asocie calle, cordón, vereda con De la Cuadra: ‘Vos avisale a la madre que la hija tuvo familia’. Que era una niña, que había nacido bien porque Lidia estuvo en el parto en el que Elena De la Cuadra tuvo a su hija.”

“Cuando salí, al tiempo, como a los tres meses, la busqué para decírselo porque la verdad salí con mucho miedo. La madre de esta chica hacía la ronda en la Plaza San Martín. Un día me cruzo y le aviso lo que me había dicho esta chica y salgo corriendo, la verdad.”

Después, Lovazzano avanzó con Von Wernich. Habló de los tres momentos en los que se topó con el capellán, que ya fue juzgado y condenado. Contó sobre la fiesta de cumpleaños de un niño, el hijo de un integrante del grupo de los 7, los prisioneros de la Brigada sobre quienes se experimentaba el plan de resocialización. Estaba Von Wernich. “Sentíamos a veces llantos de chicos de la casita frente a la que estábamos nosotros –dijo–, y el día del cumpleaños hasta había globos.”


La voz del represor
En la sala donde se realiza el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés durante la dictadura, se proyectó un documental llamado Guerra Sucia en Argentina, subtitulado por el Incaa a pedido del Tribunal Oral Federal 6. El documental tiene distintas entrevistas, entre ellas una al marino arrepentido y condenado en España Adolfo Scilingo. Como Camps en un viejo reportaje, Scilingo reconoce claramente la existencia de un plan sistemático sobre embarazadas y niños. Nombra a las embarazadas al dar cuenta de los vuelos de la muerte. Dice que con ellas hubo un “trato de alguna forma más humano”, porque no las lanzaron embarazadas al vacío, sino que esperaban a que tuvieran a sus hijos. “A los chicos había que rescatarlos y llevarlos con familias bien armadas para salvarlos de caer en las garras del comunismo.”

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Nuevo cronograma de testigos

Lunes 12 de septiembre
9.30 Nélida Edith Ferrúa
10.30 María del Carmen Aguilera
11 Nelly Patricia Tauro
14 Adriana Moyano
14.30 Ana María Martí

Martes 13 de septiembre
9.30 Beatriz Elizabeth Tokar
10.30 Osvaldo Lovazzano
11.30 Graciela Trotta
14 Norma Esther Leanza de Chiesa

Miércoles 14 de septiembre
9.30 Robert Cox
10.30 JOrge Luis Esposo
11.30 María Luisa Pérez
12.30 Beatriz Calvar de Viegas
14 Alcira Patricia Camusso
14.30 Juan Carlos Zucca

“Busqué mi identidad porque me sentía incompleta”

Por Carmen Urzola Maldonado

María Belén Altamiranda Taranto es hija de los desaparecidos Rosa Taranto y Horacio Antonio Altamiranda y nieta de la abuela Irma Rojas. Ayer, dio su testimonio en la causa por el Plan Sistemático de Apropiación de Menores ante el TOF N° 6. Contó que nació en el Hospital Militar de Campo de Mayo, el 8 de agosto de 1977, que recuperó su identidad el 29 de Junio de 2007, a los 29 años, y que actualmente trabaja en la Filial Córdoba de Abuelas de Plaza de Mayo.
La audiencia comenzó con una pregunta aclaratoria por parte de la presidenta del Tribunal, María del Carmen Roqueta, acerca del apellido de la testigo, ya que se presentó como María Belén Estefanía Gentile. Ella respondió que era el apellido de sus padres adoptivos, que fue adoptada legalmente y que conserva el apellido porque el cambio todavía está en trámite.
Posteriormente, el fiscal de la causa, Martín Niklison, indagó acerca de la adopción y de la forma en que la joven se acercó a Abuelas en busca de su identidad. "Siempre supe que era hija adoptada. A mi hermano, que también fue adoptado, y a mí nuestros padres nos decían que cuando quisiéramos saber nuestro origen nos llevarían al lugar donde nos adoptaron. Yo no quería saber la verdad para no sentirme diferente", narró Belén, y continuó: "Durante mis estudios secundarios se habló muy poco de la dictadura, recién cuando entré en la facultad empecé a sensibilizarme con el tema viendo documentales y estudiando la historia. Una amiga y unos familiares de mis padres adoptivos me preguntaron si no había pensado que podría ser hija de desaparecidos por mi fecha de nacimiento. Entonces, ya conociendo la labor de las Abuelas de Plaza de Mayo, me acerque para averiguar".
La joven contó que su padre adoptivo le dio datos para que siguiera buscando. "Él siempre se ocupó de todo. Conocía a la directora del Movimiento Familiar Cristiano, de apellido Link, quien me dio en adopción. A ese lugar me llevó recién nacida un hombre joven, diciendo que yo había nacido el 8 de agosto y que mi madre no se podía hacer cargo de mí", explicó. La nieta restituida contó que sus padres adoptivos estaban en una lista de espera y al poco tiempo la adoptaron. "Mi padre, después de darme los datos, me confesó su temor a perderme. Yo me sentía culpable, no quería lastimarlo, entonces abandoné la búsqueda. En el año 2006, cuando él falleció, volví a buscar mi identidad porque me sentía incompleta”.
Entonces, Belén se acercó a Abuelas. "Me pidieron la partida de nacimiento y, a través de la Conadi, hicieron los papeles. El 18 de mayo de 2007 me hice los análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos y, el 29 de junio, fui a Abuelas. Allí estaba todo el equipo reunido, me dijeron que el resultado era positivo y me mostraron las fotos de mis padres. Anteriormente había estado haciendo terapia con los psicólogos de Abuelas, preparándome para el momento. El lunes siguiente conocí a mi familia biológica, quienes me contaron todas las diligencias que habían hecho buscándome. Aunque fueron víctimas de amenazas, mi abuela no dejó de buscarme. El encuentro fue muy emotivo. Conocí a mi hermana -somos muy parecidas-, a mi abuela, a mis tías y primos. Ellos me habían hecho un álbum con fotos de mis padres”.
Al finalizar su declaración, María Belén se dirigió a la defensa y pidió que les digan a los represores que confiesen dónde están los desaparecidos y los nietos que aún falta encontrar.
Más tarde, declaró Susana Reyes, sobreviviente del Centro Clandestino de Detención El Vesubio, donde estuvieron secuestrados Rosa y Horacio. Le contó a María Belén el paso de sus padres por este lugar infernal. Susana vio cuando llevaron a Rosa a parir, con ocho meses de embarazo y sin que tuviera ningún tipo de molestia. A los dos días, Rosa regresó muy deprimida y dijo que le habían practicado una cesárea, que pudo ver unas monjas y que, además, no le habían permitido ver a su bebé.
Para finalizar la audiencia, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz en 1980, relató algunas de las gestiones que hizo, junto a diversos organismos, para difundir y buscar ayuda internacional por las diferentes modalidades de violación a los derechos humanos puestas en práctica por la dictadura, incluido el robo de bebés.
Pérez Esquivel también habló de la complicidad de la iglesia con los militares. Contó que en su encuentro con Juan Pablo II, luego de recibir el Nobel, le entregó en mano un dossier con los casos de 54 bebés desaparecidos o que debían haber nacido durante el cautiverio de sus madres, que le había enviado anteriormente. “Según él, no lo había recibido. El problema en la Argentina ya era conocido a nivel internacional, él se quedó con los documentos y dijo que yo debía dedicarme a ayudar a los comunistas”, concluyó

martes, 6 de septiembre de 2011

Más de 100 testigos declararon en el juicio oral por el robo de bebés

Ante el Tribunal Oral Federal Nº 6 de la Capital Federal ya declararon 104 testigos en el juicio contra los ex presidentes de facto Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone, y otros seis imputados, por 34 casos de apropiación de menores durante el último gobierno militar.


En tanto, durante el desarrollo de las próximas audiencias, los jueces María del Carmen Roqueta, Julio Luis Panelo y Domingo Luis Altieri prevén escuchar el testimonio de más de 300 personas.


Cabe recordar que en la causa, conocida como “Plan Sistemático”, Videla y Bignone están investigados, junto a Rubén Oscar Franco, Jorge Eduardo Acosta, Antonio Vañek, Santiago Omar Riveros, Jorge Azic y Jorge Luis Magnacco, por los delitos de sustracción, retención, ocultación y sustitución de identidad de menores de 10 años.

Realizaron un reconocimiento en la ESMA

Fuente: Gerardo Aranguren - Tiempo Argentino

Cuatro testigos guiaron a los jueces por las salas donde las embarazadas daban a luz. Lila Pastoriza contó que su secuestrador admitió que “era decisión que sus hijos fueran criados por familias que no tuvieran valores subversivos.”


Recuerdo que, por la cantidad de mujeres embarazadas que había, varias compañeras esperaban en ‘Capucha’ por un lugar en la maternidad”, relató ayer la periodista Miriam Lewin, uno de los cuatro sobrevivientes de la ESMA que ayer guiaron al Tribunal Oral Federal 6 en un reconocimiento judicial del ex Casino de Oficiales, en el marco del juicio oral por el plan sistemático de Robo de Bebés. Además de Lewin, participaron también los ex detenidos Alicia Milia de Pirles, Lila Pastoriza y Carlos Muñoz, quienes recorrieron, junto a los jueces, la fiscalía, las defensas y las querellas, los lugares donde detenidas embarazadas dieron a luz.


Apenas bajaron al sótano del Casino de Oficiales, los cuatro testigos comenzaron a reconstruir los hechos que les tocó vivir durante su cautiverio. En ese mismo sótano, en uno de los cuartos que funcionaba como enfermería, había una de las cuatro maternidades clandestinas de las que los sobrevivientes tienen registro en la ESMA. Tanto Alicia Milia de Pirles como Lila Pastoriza recordaron el caso de Ana de Castro, quien parió de manera prematura en una cama de esa enfermería. “Ana estaba acostada en una de las camas. Una de las cosas que recuerdo son las cortinas de plástico para separar las camas y un mueble de hierro con puertas de vidrio para guardar medicamentos”, dijo Pirles.


Lila Pastoriza, por su parte, recordó que un guardia le dijo que había nacido un bebé y le preguntó si quería verlo. “Entonces, en vez de llevarme a la sala de interrogatorios, me llevó a la enfermería. Ahí vi una chica que se llamaba Ana, se abrió la blusa y me dijo: ‘Mirá lo que me hicieron esos hijos de puta’, y me mostró sus pechos destrozados por la tortura”, contó y agregó: “Le pregunté al jefe del grupo que me había secuestrado cómo podía ser que sucediera eso y me contestó que había subversivas embarazadas y la decisión era que sus hijos fueran criados por familias que no tuvieran los valores de la subversión.”


Luego de recorrer el sótano, la comitiva se trasladó al tercer piso, donde estaban “Capuchita” y la “Pecera”, dos lugares de detención y torturas. También funcionaron allí tres salas de embarazadas, la más conocida de ellas es la maternidad “Sardá por izquierda”, donde dio a luz María Hilda Pérez de Donda a la actual diputada Victoria Donda sobre una mesa que había en la habitación. Frente a esa sala habría parido María Graciela Tauro de Rochistein. Lewin también recordó que en esos pasillos vio a Alicia Alfonsín de Cabandié “con Juan Cabandié en los brazos”.


La última de las maternidades funcionó dentro de “Capucha”, en una pequeña habitación sin ventanas ni respiración. Allí estuvo Patricia Roisinblit antes del parto. “Patricia llegó embarazada a término y estuvo en esa salita chiquita, sobre una cama, le daban un refuerzo de dos sachet de leche por día pero no la dejaban salir de allí ni caminar”, recordó Pastoriza.


Esta es la cuarta jornada de reconocimientos que el TOF6 realiza en este juicio oral, ya que anteriormente recorrieron los centros de detención Campo de Mayo, Pozo de Banfield y Comisaría Quinta de La Plata, donde funcionaron maternidades clandestinas.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Una sobreviviente aportó datos sobre las embarazadas y los niños secuestrados

Fuente: Alejandra Dandan - Página/12


Los datos indirectos. Un antropólogo que le dijo que habló con Federico Talavera, el chofer del Grupo de Tareas. Que Talavera dijo que llevó a una secuestrada embarazada al Hospital Militar, que la sacó dos días más tarde, la trasladó a un centro clandestino en desuso, drogada. Que estuvo tirada en el suelo. Que la quemaron viva. Luego los relatos de primera fuente. Ella adentro del Olimpo, testigo del llamado de Gertrudis Hlaczik a su familia. Gertrudis convencida de que iba a escuchar noticias de su hija Claudia. La desesperación porque la niña no estaba con su familia. Su propia historia de madre de un niño de once meses en el centro clandestino. Isabel Teresa Cerruti es testigo desde el Juicio a las Juntas, pero ayer se sentó a hablar de las embarazadas y sus hijos secuestrados o apropiados a los que vio en el Banco y el Olimpo, en el marco de la audiencia por el Plan sistemático de robo de bebés.


“El 22 de julio de 1978 me sacan a mi hijo”, dijo. “Yo no me quería desaferrar de mi hijo. Entran al Banco. Me dijeron que no me preocupe que con los niños no se metían y cuando me hicieron desvestir para torturarme me dijeron que no tuviera miedo, que ellos no violaban mujeres, cosa que después supe y vi que no era así: que con los chicos sí se metieron y muchos hombres y mujeres fueron violados, pero en mi caso no fue así.”


Con el debate iniciado, el juramento hecho y su deseo de que se llegue a la verdad, el fiscal Martín Niklison le preguntó qué pasó con su hijo. “Cuando me llevan al Banco –dijo Isabel– me dicen que anote en un papel una dirección donde quería que lo llevaran. Luego nos enteramos de lo que sucedía con otros chicos, pero a los dos o tres días, no sé por qué criterios, los criterios los manejaban ellos, me hicieron llamar a la casa de mis padres para decirles que yo estaba viva, que no hicieran más denuncias y me dijeron que iba a saber cómo estaba mi hijo. Pregunté por Norberto y mamá me dijo que estaba durmiendo y ahí me quedé tranquila.”


Como dijo ella poco después, a veces la memoria abre y cierra algunas cosas. El Tribunal Oral Federal 6 convocó a Isabel a declarar por el caso de Claudia Poblete, la hija de Gertrudis Hlaczik y de José “Pepe” Poblete, apropiada por el coronel Ceferino Landa. Su caso es uno de los 35 que se investigan en el juicio. Pero Isabel no sólo habló de ella. Estimulada por las preguntas de la fiscalía y la querella de Abuelas de Plaza de Mayo, profundizó en las historias pendientes.


¿Con José Poblete y Gertrudis pudo hablar?, preguntó la fiscalía. “Yo estaba en el Olimpo, en celda dos, al lado de Susana Caride y enfrente mío estaban Gertrudis y Pepe.” Isabel había visto a Claudia Poblete en la enfermería del centro. Lo mismo que Susana Caride, que también declaró ayer. Estuvo cuando el Turco Julián llamó a Gertrudis para que hablara por teléfono con su familia. “Ellos estaban convencidos de que Claudia estaba con sus abuelos. Creemos, creíamos, que las personas que los habían llevado a hablar también creían eso, pero no sabemos si es así o que lo hicieron por perversión o ignorancia: ahí se entera Gertrudis, y luego al rato se entera Pepe, de que Claudia no estaba con los abuelos. Lo que nosotros vimos es el estado de desesperación que tenían cuando supieron que Claudia no estaba donde les habían dicho, que Claudia estaba desaparecida. Gertrudis estaba en un estado de angustia muy grande, él también y esto fue compartido por todos los que estábamos ahí. Nadie sabia qué hacer, qué decir, para tratar de contenerlos. Fue más que terrible.”


Pasaron demasiados años para las precisiones, pero Isabel está convencida de que esa llamada se hizo en diciembre, en alguna fecha cercana a las fiestas, pocos días antes del traslado definitivo de los dos. “De Gertrudis no recuerdo el traslado, pero sí la estadía”, explicó. “Más allá de que todos lo pasaron, el sometimiento físico, la discapacidad de José, que se burlaban de él porque no tenía sus piernas y le hacían hacer ejercicios burlescos, fue muy mortificante para él y para todos.”


También habló de Quintana, uno de los jefes de guardia. Recordó cómo durante sus guardias se organizaban lo que los sobrevivientes describieron como “circos romanos”. Las celdas laterales cerradas. Los tubos. El pasillo liberado para las peleas entre dos prisioneros.


Isabel habló también de Lucía Tartaglia, que pasó todo el embarazo secuestrada. Quedó embarazada de otro compañero, Horacio Cid de la Paz, exiliado, al que le reclamaron en la sala porque no denunció ese embarazo como propio. Cuando Lucía entró en trabajo de parto se la llevaron. Con el tiempo, Isabel supo a través del antropólogo Alejandro Incháurregui que Talavera le había dicho que manejó el auto con el que la sacaron del centro clandestino, la llevaron al Hospital Militar y la fueron a buscar dos o tres días más tarde. “La sacaron en el baúl de un auto media drogada –dijo Isabel–, la llevaron a un centro de detención en desuso, la pusieron en el piso y la quemaron viva.” También mencionó a Marta Vaccaro –“Está desaparecida y su hijo o hija también”–, Graciela Trotta, que recuperó la libertad antes del parto, y a Lucía Rebora y Carlos Guillermo Fassano. Ella estaba embarazada. Isabel dijo que escucharon cuando los asesinaron y después Susana Caride contó que sus cuerpos eran un colador.


Isabel estuvo seis meses secuestrada. A mediados de agosto de 1978 la trasladaron del Banco al Olimpo. Cuando se llevaron a José y a Gertrudis los que se quedaron en el centro clandestino se dieron cuenta de que la silla de ruedas de José había quedado en el pozo: “Esto nos daba la idea de que su traslado no había sido a una granja como nos decían”, dijo la mujer.